martes, 19 de febrero de 2008

¿Por qué un paro agrario?


Un número importante de agricultores acataron el paro agrario apoyado por Conveagro y la Junta Nacional de Usuarios. ¿Por qué un paro?

Las exportaciones agrarias baten record año tras año. En el 2000 sumaban 779 millones de dóla­res, en el 2006 llegaron a 2066 millones de dó­lares. En la costa, son alrededor de cien mil hec­táreas las dedicadas a la exportación de los lla­mados cultivos ‘no tradicionales’. La produc­ción aquí está organizada en grandes y medianas empresas. El principal cultivo de exportación ‘tradicional’ es el café, que cubre alrededor de 300 mil hectáreas, la mayor parte en la selva alta. En este caso la producción es de pequeños agricultores.

Por otro lado, los precios de muchos productos agrícolas han subido, en principio beneficiando a decenas de miles de agricultores maiceros, algodoneros y arroceros. ¿Por qué parar, entonces?

En primer lugar, la agricultura de exportación costeña, con toda su importancia, no supera el 13% del área cultivada de esa región, y un porcentaje mucho menor de productores. Según el censo agropecuario de 1994, en la costa hay más de doscientos mil pequeños agricultores y minifundistas; menos de 1500 estaban involu­crados en la producción del cultivo estrella de exportación, el espárrago, con el 18.8% del área.[1] Las empresas agroexportadoras mayores de 50 has no llegan al millar. En esta aventura expor­tadora, la pequeña agricultura está prácticamen­te excluida. No es de extrañar que un alto por­centaje de pequeños agricultores sientan males­tar por este hecho. Es sabido que los problemas sociales se manifiestan sobre todo cuando existen grandes desigualdades.

En segundo lugar, no necesariamente los buenos precios de los productos agrícolas benefician a los pequeños agricultores por al menos dos razones. Los costos de producción han aumentado por la elevación de los precios de los insumos. Por otro lado, existen oligopsonios en varios productos que imponen precios.

En tercer lugar, en muchos valles de la costa existe un elevado porcentaje de jóvenes desem­pleados, o muchos de ellos – decenas de miles – son trabajadores eventuales de las modernas empresas agroexportadoras, con bajos salarios y malas condiciones laborales.

En la sierra los motivos de queja justificada son aún mayores. La región como tal, que alberga a la mayor parte de campesinos del país, tiene importantes déficits de bienes públicos: mal comunicada, con deficientes servicios de educa­ción y salud, culturalmente subvaluada, sin acceso a servicios necesarios para la pro­duc­ción. Irritada, además, por sucesivos incumpli­mientos de promesas del gobierno, siendo el último caso la frustración, en Ayacucho, del proceso de concertación iniciado hace siete meses a partir de la Marcha de los Waris en Julio del 2007.

Lamentablemente la respuesta estándar del go­bierno – en general, de los gobiernos - a los paros agrarios es triple. Por un lado, afirman que no hay razón para parar pues los temas que motivan el conflicto ya están siendo negociados con las organizaciones agrarias y que están en curso de solución; por otro, que los problemas del agro tienen muchos años incubándose, y que no pueden ser resueltos por el gobierno de la noche a la mañana. Finalmente, acusan a las organizaciones de actuar por motivaciones polí­ticas, y denuncian a los ciudadanos que pro­testan como ‘agitadores’, ‘desadaptados’ y ‘de­lincuentes’, y son amenazados con el encar­celamiento por impedir la libre circulación de vehículos y personas.

Las dirigencias agrarias nacionales han cumpli­do un papel confuso que muchos considerarán de oportunista, sobre todo visto desde las provincias. No se sabe bien qué negociaron y qué no nego­ciaron con el ministro de Agricultura. Es obvio que los mecanis­mos de comunicación de arriba abajo, pero también de abajo arriba, no están funcionando adecuada­mente. Es dudoso concluir que estas dirigencias se hayan fortalecido con la moviliza­ción de las bases.

Parece evidente que el gobierno no está dis­puesto a flexibilizar los lineamientos expuestos en el manifiesto presidencial “El síntoma del perro del hortelano”, publicado en octubre del año pasado, en los que la pequeña producción no tiene cabida frente a la gran inversión y la gran empresa orientada a la exportación.

En el fondo, el paro agrario es una protesta contra esa política. Es también un alerta a la capacidad de las organizaciones agrarias para defender eficazmente las reivindicaciones de sus bases.


[1] Censo Esparraguero 1998