El 
ministro de Agricultura, Milton von Hesse, explica las acciones de su 
despacho frente al nuevo programa Mi Riego y en los proyectos especiales
 de irrigación. También reflexiona sobre los problemas causados por el 
proceso de descentralización y opina acerca del límite a la propiedad de
 las tierras.
FE: 
¿Cuáles son los objetivos del Gobierno central al declarar 2013 como Año
 de la Inversión para el Desarrollo Rural y la Seguridad Alimentaria?
MvH:
 Esa declaración es una consecuencia lógica de todo lo que está pasando.
 Te confieso que no he sido parte de esa declaración, pero la encuentro 
absolutamente lógica, porque en los últimos cinco o seis meses hemos 
hecho una focalización distinta de las políticas del Ministerio de 
Agricultura (Minag).
  Hemos
 priorizado la atención de aquellos grupos que no están organizados, 
pero que eran los que más requerían de una opción susbsidiaria del 
Estado. El Minag siempre ha atendido primero a los que tienen mayor 
capacidad de hacer bulla o de hacer ruido. Podemos discutir si dichos 
productores, principalmente costeros, son pobres o no pobres, pero sea 
cual sea el resultado, las políticas agrícolas siempre se han centrado 
en ellos. Entonces, nos pareció que la prioridad la debían tener 
—conforme al discurso del mismo presidente Humala— los grupos más 
vulnerables dentro del sector agrícola. Se han creado dos programas que 
le van a cambiar la vida a la agricultura de la sierra y, en general, al
 poblador rural. Uno es el programa Mi Riego, cuyo objetivo es lograr 
que el agua sea el elemento de la transformación tecnológica del 
agricultor altoandino y pueda mejorar su performance agrícola, programa 
que tendrá un fondo de S/.1,000 millones. Además, se ha creado el Fondo 
para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie), con S/.600 
millones.
Hemos
 priorizado la atención de aquellos grupos que no están organizados, 
pero que eran los que más requerían de una opción susbsidiaria del 
Estado. El Minag siempre ha atendido primero a los que tienen mayor 
capacidad de hacer bulla o de hacer ruido. Podemos discutir si dichos 
productores, principalmente costeros, son pobres o no pobres, pero sea 
cual sea el resultado, las políticas agrícolas siempre se han centrado 
en ellos. Entonces, nos pareció que la prioridad la debían tener 
—conforme al discurso del mismo presidente Humala— los grupos más 
vulnerables dentro del sector agrícola. Se han creado dos programas que 
le van a cambiar la vida a la agricultura de la sierra y, en general, al
 poblador rural. Uno es el programa Mi Riego, cuyo objetivo es lograr 
que el agua sea el elemento de la transformación tecnológica del 
agricultor altoandino y pueda mejorar su performance agrícola, programa 
que tendrá un fondo de S/.1,000 millones. Además, se ha creado el Fondo 
para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie), con S/.600 
millones.
 Hemos
 priorizado la atención de aquellos grupos que no están organizados, 
pero que eran los que más requerían de una opción susbsidiaria del 
Estado. El Minag siempre ha atendido primero a los que tienen mayor 
capacidad de hacer bulla o de hacer ruido. Podemos discutir si dichos 
productores, principalmente costeros, son pobres o no pobres, pero sea 
cual sea el resultado, las políticas agrícolas siempre se han centrado 
en ellos. Entonces, nos pareció que la prioridad la debían tener 
—conforme al discurso del mismo presidente Humala— los grupos más 
vulnerables dentro del sector agrícola. Se han creado dos programas que 
le van a cambiar la vida a la agricultura de la sierra y, en general, al
 poblador rural. Uno es el programa Mi Riego, cuyo objetivo es lograr 
que el agua sea el elemento de la transformación tecnológica del 
agricultor altoandino y pueda mejorar su performance agrícola, programa 
que tendrá un fondo de S/.1,000 millones. Además, se ha creado el Fondo 
para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie), con S/.600 
millones.
Hemos
 priorizado la atención de aquellos grupos que no están organizados, 
pero que eran los que más requerían de una opción susbsidiaria del 
Estado. El Minag siempre ha atendido primero a los que tienen mayor 
capacidad de hacer bulla o de hacer ruido. Podemos discutir si dichos 
productores, principalmente costeros, son pobres o no pobres, pero sea 
cual sea el resultado, las políticas agrícolas siempre se han centrado 
en ellos. Entonces, nos pareció que la prioridad la debían tener 
—conforme al discurso del mismo presidente Humala— los grupos más 
vulnerables dentro del sector agrícola. Se han creado dos programas que 
le van a cambiar la vida a la agricultura de la sierra y, en general, al
 poblador rural. Uno es el programa Mi Riego, cuyo objetivo es lograr 
que el agua sea el elemento de la transformación tecnológica del 
agricultor altoandino y pueda mejorar su performance agrícola, programa 
que tendrá un fondo de S/.1,000 millones. Además, se ha creado el Fondo 
para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie), con S/.600 
millones.
El reto de los proyectos especiales de riego
En el caso de Mi Riego, ¿cómo gastará S/.1,000 millones durante todo 2013? Va a ser complicado.
Así es. 
Por eso queremos cambiar el chip. Si tú conoces cómo venía funcionando 
el Minag, sabrás que Agrorural era una isla, pues realizaba sus 
intervenciones independientemente de otros programas. El PSI también 
trabajaba por su lado, y lo mismo pasaba con Agroideas y Agrobanco. Lo 
que estamos haciendo, desde los últimos meses, es un esfuerzo grande 
para que todas las políticas del Minag sean parte de una sola estrategia
 y aspiramos a que las inversiones en riego sean las grandes 
articuladoras de todas las políticas del Minag en los territorios. Por 
ejemplo, los proyectos de infraestructura hidráulica en una microcuenca,
 en la sierra, generalmente han sido desarrollados para ser solo 
infraestructura: canal principal, lateral, etc. Pero es ahí donde deben 
entrar otros programas, como Agrorural, que debería pensar en obras de 
reforestación de la parte alta de la microcuenca, en viveros, en zanjas 
de infiltración, etc.
¿Qué capacidad operativa tiene el Minag para ejecutar estos proyectos?
La combi
 está caminando. Nos hemos subido a una combi que estaba muy 
destartalada y ya hemos logrado dominar el motor. Pero ahora el reto es 
hacer los ajustes mientras seguimos caminando.
El
 Ministerio de Economía afirma que los gobiernos municipales han 
presentado seis mil proyectos de inversión, pero solo han pasado cuatro 
mil. ¿Estos proyectos formarán parte de lo que el Minag hará?
La idea es tomar lo que tienes y armar el stock
 de proyectos para ejecutar este año. Sin embargo, el problema surge 
cuando te das cuenta de que muchos de ellos —declarados viables y con un
 estudio de factibilidad aprobado— tienen el expediente técnico 
incompleto, o no tienen el permiso del agua —o hay conflicto entre dos 
comunidades por el agua—, o resulta que no son proyectos completos, sino
 pedacitos de un proyecto. Entonces, lo que hemos hecho en las últimas 
semanas es formar un equipo profesional de élite que está revisando 
todos los expedientes que nos hacen llegar los presidentes regionales y 
alcaldes. Por ejemplo, se está verificando si un proyecto cuenta con 
fuente de agua, porque, aunque no lo crean, hay proyectos de 
infraestructura hidráulica que no tienen fuente de agua. Entonces, hay 
que verificar eso.
¿Y para ello están considerando una estrecha relación con las agencias agrarias de los gobiernos regionales?
La 
respuesta es sí. Pero, como tú conoces, hay agencias agrarias y agencias
 agrarias. Por ejemplo, hay gobiernos regionales que a las antiguas 
direcciones regionales agrarias las han elevado de categoría, incluso al
 nivel de gerencia. Allí ves mucha gente capaz y un equipo profesional 
que puede ser una buena contraparte. Desafortunadamente, hay otros 
gobiernos regionales donde las direcciones regionales agrarias están 
bien abajo, dentro de una gerencia con varias subgerencias. Y cuando ves
 las capacidades técnicas de esa dirección agraria te das cuenta de que 
no es el mejor aliado que uno pueda tener. Entonces, el Minag tiene que 
ir a fortalecer las capacidades caso por caso.
Según
 un documento reciente de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), en los 
últimos treinta años se han gastado aproximadamente US$5 mil millones en
 las grandes obras de infraestructura de riego, con el fin de ganar 250 
mil hectáreas. Se ganaron 60 mil; sin embargo, en el mismo lapso se 
perdieron 40 mil. Es decir, el saldo neto es de solo 20 mil hectáreas 
ganadas. ¿Qué pasó?
No he 
visto aún el documento, pero en el pasado he sido uno de los más 
críticos de los esquemas de los grandes proyectos especiales, como el de
 Majes I y Chinecas, donde más eran los problemas que se generaban, que 
los beneficios. No tengo las cifras en la cabeza, pero debe haber entre 
300 mil a 400 mil hectáreas que han salido de la producción en la costa,
 la mayor parte debido al mal uso del agua, el cual ha causado 
salitramiento, salinización o empantanamiento de las tierras. Es decir, 
se han perdido, en cantidad de tierras, diez Chavimochic debido al mal 
uso del agua. Por lo tanto, mi crítica principal era que si no generas 
los incentivos para un correcto uso de ese recurso, no vale la pena 
seguir metiéndole inversión a los proyectos especiales. Creo que 
actualmente estamos en una generación de proyectos especiales donde, por
 lo menos, ahora ya se paga por el agua; antes, ni siquiera pagaban. 
Creo que nuestra política de infraestructura hidráulica en el pasado fue
 muchas veces un fracaso. Te diría que Chavimochic fue la excepción. 
Ahora, los nuevos proyectos han incorporado mejoras. Se ha aprendido. 
Hay esquemas más estandarizados.
¿Diría que el Estado tiene una política de riego?
Desde 
que entré, hemos conformado una comisión multisectorial para hacer una 
estrategia nacional de recursos hídricos, que ya está en borrador y la 
estamos discutiendo internamente. Quiero sacarla a la brevedad, porque 
por lo menos tendríamos un primer documento. En nuestras acciones sí hay
 una política de riego implícita. Mi prioridad es empezar de arriba 
hacia abajo con los proyectos de regulación de agua, es decir, en las 
cuencas. De los mil millones del programa Mi Riego, cien millones son 
para tecnificación de riego en las partes altas. Creo que tecnificar el 
riego en las comunidades tiene un potencial bárbaro y una serie de 
ventajas que ya han demostrado las ONG hace rato.
Los problemas de la descentralización
Debido
 al proceso de descentralización —y con un efecto no deseado, 
obviamente—, el Minag ha perdido una tremenda capacidad operativa. En el
 caso de las grandes obras de irrigación y los proyectos especiales, 
sorprende que el Minag no tenga mucho que ver en ellos, pues, más bien, 
dependen de los gobiernos regionales.
Depende.
 Existen los proyectos especiales que afectaban a una sola región y los 
proyectos especiales que afectaban a más de una región. Por ejemplo, los
 binacionales, como el proyecto Lago Titicaca, el Puyango-Tumbes o el 
del río Putumayo, están en el ámbito del Minag. Se acaba de decretar la 
transferencia de uno de nuestros proyectos especiales a provincias, pero
 otros se han quedado en el Minag.
¿Y esas transferencias no le parecen un problema?
A ver...
 son un problema. Si uno revisa la ejecución de los proyectos oficiales y
 la eficiencia del gasto, pues no sucede lo mejor, independientemente de
 si están en manos del sector nacional o del regional. Muchas veces, en 
los proyectos especiales se reflejan y se potencian aquellos grandes 
problemas de la Administración Pública que aún no se han resuelto. 
Primero, hay una gran rigidez en los sistemas de contratación del 
personal que trabaja en esos proyectos especiales; la mejor gente se fue
 y los que han quedado son los no-técnicos, los administrativos, los 
allegados, que tienen contratos permanentes. Los salarios que se ofrecen
 en este tipo de proyectos son muy bajos y no atraen a la gente más 
capaz del país, con lo cual tenemos un serio problema. Por otro lado, la
 contratación en los proyectos especiales no se ha dado bajo sistemas 
meritocráticos; muchas veces, y esto no es una novedad, el gobierno de 
turno encontró en esta clase de proyectos una fuente importante de 
empleo para sus militantes. Yo he conversado de esto con el presidente 
Humala, quien me ha pedido que estudie el tema de los proyectos 
especiales y haga una propuesta técnica para mejorar su eficiencia.
Según
 una noticia, diez empresas del valle de Ica se mudan al norte, debido a
 la escasez de agua. Pero resulta que estas empresas son las que han 
depredado el agua en la zona, lo cual actualmente se ha convertido en 
una situación insostenible ¿Qué está haciendo el Minag?
Ese 
problema ya está sobrediagnosticado. En la zona de Villa Curí entraron a
 utilizar el agua de pozo. A los diez primeros les fue bien, a los 
segundos también; pero, cuando ya entran todos los demás, empiezan a 
usar el agua del otro, baja la napa freática, etc. Eso pasa porque en el
 Perú no somos institucionalistas; no hemos creado las instituciones que
 permitan dar sostenibilidad a muchas actividades productivas. ¿Cómo se 
soluciona eso? Primera opción: atacas por el lado de la demanda: haces 
un programa de formalización de pozos y solamente permites que saquen 
agua aquellos que tienen licencia. Pero ahí caen todos. Entrando así, 
puede ser que el remedio sea peor que la enfermedad, porque generamos un
 problema de empleo. La segunda opción se da por el lado de la oferta: 
le metemos más agua al acuífero, trasvasando el agua de Huancavelica 
para pasarla a Ica, pero ahí viene el problema de los regionalismos. Lo 
mismo que pasa entre Cusco y Arequipa, entre Tacna y Moquegua; lo que 
puede pasar entre Áncash y La Libertad por las aguas del Santa, y lo que
 va a pasar entre Piura y Lambayeque por las aguas del Huancabamba: «El 
agua es mía; no es tuya». Y eso se debe a que, de alguna manera, el 
proceso de descentralización ha despertado unos regionalismos locales 
que consideran que el vecino es tu enemigo. Entonces, tienes que 
juntarte con las dos partes y crear las condiciones adecuadas para limar
 asperezas, generar entendimientos y contribuir a crear una mirada 
compartida del problema. No es un tema fácil.
El límite a la propiedad de la tierra
Los 
primeros resultados del censo agropecuario dicen que ya no hay un millón
 750 mil unidades agropecuarias, aproximadamente, sino que ahora hay dos
 millones 300 mil. ¿Qué significa eso para el Minag?
El censo
 nos dice la cantidad de unidades, pero todavía no es capaz de decirnos 
cuál es el tamaño promedio de esas unidades, y eso nos podría llevar a 
reinterpretar las cosas.
La
 Enaho ya nos decía que la mayor parte de esas unidades tienen menos de 
una hectárea y están, sobre todo, ubicadas en la sierra.
De eso 
no tengo duda. La agricultura peruana, como la tenemos ahora, es una 
evolución de lo que vino después de la reforma agraria. Muchos 
beneficiarios de la reforma tienen sus hijos y ellos son los que 
heredan, se reparten la chacra y ahora estamos incluso en la tercera 
generación de los nietos de la reforma, donde cada uno explota su surco,
 su topito, sobre todo en la sierra. El censo agrario revela la tremenda
 fragmentación que existe en Puno, por ejemplo, alrededor del lago, 
donde la cantidad de parcelas que puede llegar a tener un solo 
agricultor es impresionante. Además, si uno considera que existe un 
mercado de formalización de las tierras muy imperfecto y un Estado que 
frenó el proceso de titulación y formalización de tierras, pues llegamos
 a la conclusión de una agricultura altamente fragmentada, que es lo que
 aparentemente va a lanzar el censo. A eso hay que agregar que en los 
últimos años ha habido un tremendo proceso de incorporación de tierras a
 la agricultura, en una dinámica más empresarial y más grande. Se ha 
producido la inversión de empresarios muy grandes, pero también de 
profesionales exitosos que han invertido, sobre todo en la costa, en 
parcelas de 30, 40 o 50 hectáreas. Eso ha consolidado una agricultura 
empresarial diferente. Muchas veces, en el Perú se ha pensado que solo 
existían dos tipos de agricultores: la grandota, empresarial, con 
cientos o miles de hectáreas; y la muy chiquita, asistencialista, etc. 
Pero no se han formulado políticas explícitas para que se desarrolle la 
agricultura empresarial mediana, que es la que está más presente en 
otros países. Esa la han obviado.
Una
 manera de promover esto sería modificar los términos en los cuales se 
venden las tierras en las nuevas zonas de irrigación. Hay una promoción 
desde el Estado para la formación de neolatifundios con módulos de 500 o
 mil hectáreas. ¿Qué está pensando hacer el Minag?
Los 
procesos que ya están en consolidación son Olmos y Majes. Creo que eso 
es el resultado de haber hecho una sobrerreacción, porque en el Perú 
somos muy de péndulos. Por ejemplo, en Majes I se repartían módulos de 
cinco hectáreas y el agricultor beneficiario no tenía las espaldas 
financieras para instalar un cultivo bajo un modelo de agroexportación 
donde a veces se requiere US$15 mil o US$20 mil por hectárea. Majes I 
costó más de US$1,200 millones de aquella época, que tenían mucho más 
valor que ahora. Eso fue un fracaso total y entonces fuimos al otro 
extremo: el de buscar solamente grandes extensiones. Yo creo que hay 
espacio para llegar a módulos intermedios.
Respecto
 a las grandes extensiones, existen en la actualidad críticas hacia los 
neolatifundios. En España, por ejemplo, los fundos más grandes están en 
las 300 hectáreas, y lo mismo pasa en otros países de Europa, que 
incluso tienen mucho más tierras que nosotros. ¿Por qué promover 
latifundios de mil, dos mil o diez mil hectáreas en el Perú?
Ahí sí 
me resisto a discutir números: mil, dos mil, cincuenta o cien. Creo que 
el análisis que debemos hacer es más complejo. Por ejemplo, mil 
hectáreas para desarrollar plantaciones de palma aceitera pueden ser muy
 pocas en la selva. Una hectárea para desarrollar flores en la costa, en
 Cenieguilla, puede ser mucho. Mil hectáreas para desarrollar azúcar 
para biocombustibles en tierras eriazas de la costa pueden ser pocas. 
Mil hectáreas para espárragos pueden ser muchas, especialmente ahora. 
Entonces, no es lo mismo que compres mil hectáreas en el desierto y las 
habilites, que meterte al valle de Cañete y comprar, tú solo, mil 
hectáreas. Entonces, el análisis es bien complejo por la tremenda 
heterogeneidad que tienen nuestras distintas agriculturas. Este es un 
debate que estamos promoviendo, pero yo no me atrevo a tomar decisiones 
cuando todavía nos falta más información y cuando no se analizan todas 
las aristas del problema. Creo que el censo agropecuario va a ser 
bastante ilustrativo sobre el tema.
Más información en:
http://www.larevistaagraria.org/ 

 
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