viernes, 12 de abril de 2013

Los principales diarios toman posición sobre el límite a las tierras agrarias

EL DEBATE SOBRE LA CONCENTRACIÓN DE TIERRAS REVIVE Y SE CALIENTA


En días recientes se ha reavivado el debate sobre la concentración de la propiedad de las tierras agrícolas en manos de los neolatifundios agroexportadores. El nuevo impulso al debate lo dio el propio presidente Ollanta Humala en un discurso dado a pequeños agricultores en la localidad limeña de Barranca, el 17 de enero, donde afirmó que el minifundio podía ser rentable si disponía de los recursos y de las oportunidades a los que acceden los latifundios. Advirtió sobre la idealización de la gran agricultura: «Nos hacen creer que el minifundio no es rentable y que, por lo tanto, tenemos que apostar al latifundio».

El debate en los principales diarios
Los dos diarios más influyentes del país, La República y El Comercio, reaccionaron en sendas notas editoriales. El Comercio expresó su temor de que el presidente Humala tuviera la intención de reanimar el proyecto de ley que establece límites a la tenencia de tierras agrícolas para evitar la concentración. «No hay tal concentración», afirmó el diario. El Perú tiene 7.6 millones de hectáreas y se cultivan solo 5.4 millones. Un fundo con 50 mil hectáreas, dijo El Comercio, apenas representaría el  0,2% del total. «No solo no hay acaparamiento, sino que hay desaprovechamiento. El presidente está, pues, cazando fantasmas». El diario argumentó que, además, las grandes empresas son más productivas y rentables por las ventajas de las economías de escala. Finalmente, la gran empresa paga mejor: cuarenta soles diarios en el valle de Ica1. Concluyó El Comercio, en tono filantrópico, que los más perjudicados con la limitación de la propiedad serían los peruanos más pobres… porque estos ya no le podrían vender sus tierras a los neolatifundios [¡!] y no conseguirían puestos de trabajo2.

En contraposición a la posición de El Comercio, el diario La República llamó la atención acerca de que el artículo 88 de la Constitución autoriza la fijación de límites  y la extensión de la tierra según las peculiaridades de cada zona. La FAO y el Banco Mundial, aseguró el diario, «abundan en la necesidad de garantizar la seguridad  alimentaria de los países pobres y/o emergentes y evitar de modo legal la concentración de tierras». No regular la propiedad de la tierra podría tener funestas consecuencias: «Si no se regula la concentración de tierras, estamos ante una bomba de tiempo y un grave riesgo para la seguridad alimentaria del país».

La República también advirtió sobre «los horrores derivados del poder de los latifundistas costeños y los gamonales serranos, y los abismos de iniquidad social que provocaron». En un contexto en el que la Iglesia Católica da nuevos motivos de esperanza con la elección del nuevo papa, el editorial puntualizó que «incluso la doctrina social de la Iglesia se pronuncia enérgicamente contra el acaparamiento de la tierra por unos pocos, recordando la función social que debe cumplir la propiedad».3

En el Perú sí existe  concentración de tierras
La «función social de la tierra» —recordada por La República—, que estuvo en el centro de los debates en las décadas pasadas y que en su momento fue el sustento ético de las reformas agrarias, fue casi totalmente desplazada por la «función económica de la tierra» del neoliberalismo. Para este modelo político e ideológico, la principal fuente de legitimidad de la posesión de la tierra es su función económica, limitándola exclusivamente a su capacidad de ser competitiva y rentable.

En contraposición a lo que afirma El Comercio, los latifundios costeños concentran 250 mil de las 850 mil hectáreas cultivadas de la región. El grupo Gloria, que domina el mercado nacional de la leche, es el más grande latifundista de la costa, posiblemente en toda la historia de nuestro país: tiene alrededor de 80 mil hectáreas. En el Perú hay aproximadamente cincuenta empresas agrícolas con más de 1,000 hectáreas de extensión cada una. Sin embargo, la inmensa mayoría de empresas agroexportadoras no llegan a esas dimensiones.

Lo que muchos ignoran es que buena parte de la rentabilidad de la gran agricultura se debe a los subsidios que recibe del Estado (paga la mitad del impuesto a la renta, tiene un régimen laboral especial que abarata sus costos, y adquiere del Estado nuevas tierras con derecho a agua a precios altamente subsidiados). Por otro lado, poseer 50 mil hectáreas no es una insignificancia, como afirma el diario El Comercio, sino que equivale, por ejemplo, a dos veces el área de todo el valle de Chancay-Huaral, importante zona agropecuaria. Si hacemos comparaciones internacionales, esa dimensión es 20 veces el promedio de los predios más grandes de Gran Bretaña, 50 veces mayor que los más grandes de España y 180 veces más que los de Francia, países, todos, con agriculturas sumamente desarrolladas.

Los latifundios ahondan las ya pronunciadas desigualdades socioeconómicas de los peruanos. Que las desigualdades en el Perú son enormes, ya lo sabemos, y el informe del Desarrollo Humano del año 2011, preparado por el PNUD, se lo muestra al mundo. En efecto, según este informe, el índice de desarrollo humano (que considera el nivel de ingresos, el nivel educativo y la esperanza de vida) del Perú es 0.725 (sobre un máximo de 1), lo que ubica a nuestro país en el puesto 80 del mundo. Pero el índice de desigualdad es 0.557 (desigualdad, sobre todo, en la educación y en los ingresos; la mayor igualdad es igual a 1). Considerando esteíndice, el Perú baja cinco puestos.

Bienvenida sea, pues, la reapertura del debate, y que esta vez se enriquezca con  información —hasta hoy muy limitada—  sobre el real desempeño económico, social y ambiental de los nuevos latifundios, así como con información completa sobre su número y extensión en el país, y con mayores datos sobre la creciente intervención del capital extranjero.

Notas
1 Por igual trabajo, los jornaleros agrícolas en Chile ganan el doble.
2 Ver editoriales de El Comercio, del 24 de enero, «Cazando fantasmas», y del 5 de marzo, «Mitos agrarios».
3 Ver editorial de La República del 29 de enero.

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