martes, 16 de abril de 2013

Mesa redonda: ¿Es viable la agricultura familiar en pleno siglo XXI?



La Revista Agraria reunió a reconocidos expertos para reflexionar sobre los actuales retos de la agricultura familiar en el país. Participaron Julio San Román, agrónomo y agricultor en el valle Chancay-Huaral; Juan Torres, ecologista y profesor de la UNALM; Roberto Ugás, agrónomo y profesor en la UNALM; y Mario Tapia, agrónomo y especialista en cultivos andinos.


ACCEDER A TECNOLOGÍAS

En general, se considera que los rendimientos de la agricultura familiar son bajos y que esto se debería, en parte, a tecnologías atrasadas. ¿Qué se necesita para que las tecnologías nuevas, mecánicas, electrónicas, biológicas, etc., puedan ser aprovechadas por la agricultura familiar? ¿Qué limitaciones o posibilidades existen?

Julio San Román: El problema que veo, por lo menos en el caso de Huaral, es que la agricultura familiar usa cada vez menos tecnología; cada vez le interesa invertir menos en agricultura porque no es la actividad más importante para su ingreso económico. La gente no vive principalmente de la agricultura; entonces, no le interesa la productividad de su parcela. Por otra parte, en el caso de las tecnologías nuevas, el gran límite es el costo. Aunque en el caso del riego por goteo los precios han bajado muchísimo, aun así, el gran problema es que la gente tiene miedo porque considera que se necesita mucho dinero. 

Juan Torres: Los agricultores, sobre todo los andinos, son más biotecnólogos y tienen más historia de manejo genético y de variedades, pero no tienen historia sobre tecnologías relacionadas con el riego por aspersión, por ejemplo. Conocen más sobre biotecnología y ahí se mueven muy bien, manejando variedades para determinadas características climáticas como sequías y heladas. También se saben mover con plagas, pero no en tecnologías mecánicas. Creo que la pequeña agricultura se vería fortalecida si logra juntar su vieja tradición biotecnológica con los conocimientos y aportes de la ciencia agrícola contemporánea; por ejemplo: almacenamiento de agua, riegos presurizados, invernaderos. Si se logran combinar esas dos cosas, la agricultura familiar se potenciaría mucho.

Roberto Ugás: Creo que considerar las tecnologías de la pequeña agricultura como «atrasadas» es una afirmación cargada de ideología. Es lógico que la sociedad, en su conjunto, considere que los nuevos adelantos tecnológicos caracterizan lo «moderno». Eso también se da en la agricultura cuando, por ejemplo, se introducen variedades nuevas que libera el INIA (1) : hay diez años de investigación para liberar una nueva variedad, y tienen un éxito enorme en algunos cultivos. Así que no hay un rechazo del pequeño productor a los adelantos tecnológicos; el problema es que no hay suficiente investigación que sea apropiada para desarrollos tecnológicos de pequeña agricultura. Y si existe, no está cerca o no está disponible: no tienen la carretera al costado, no tienen teléfono o no tienen internet. Entonces, creo que hay un problema muy grande de acceso a la tecnología. La investigación no ha priorizado la realidad del productor más pequeño o del productor familiar. ¡Y por supuesto que se pueden aprovechar las tecnologías nuevas! Hay un camino enorme para realizar inversión gubernamental en investigación y acercar las nuevas tecnologías a los pequeños productores. Además, mirando la experiencia mundial, es imposible pensar en el desarrollo de la pequeña agricultura si no se hace inversión pública en investigación apropiada para la pequeña agricultura.

Mario Tapia: En el país se olvidan las experiencias que hemos tenido. La cooperación internacional ha invertido insumos tremendos en tecnologías para el desarrollo de la agricultura familiar, y existen resultados, pero no hay difusión suficiente y concuerdo en ello con Roberto. La tecnología hay que dividirla entre nuevas y tradicionales. Muchas de las tecnologías tradicionales han respondido durante siglos, en la región altoandina, a esa realidad de tierras en altura, pendientes, planicies, exceso de agua o deficiencia de agua; ahí tenemos el caso del actual manejo de laderas con terrazas y, en las zonas planas, con los sukakollos(2) . Acabo de estar en Puno, en la comunidad de Caritamaya, al sur de Ácora, que ha generado 18 hectáreas de sukakollos y, con ello, seguridad alimentaria: obtiene 18 toneladas de papa, en comparación con el agricultor que no tiene sukakollos, depende del clima y que sólo obtiene entre 5 y 6 toneladas. ¡Y esa es una tecnología local! Sin embargo, algunos sukakollos no tuvieron éxito porque se pensó, erróneamente, que estas tecnologías se hacían de un año al otro, cuando en realidad se van construyendo poco a poco. Muchos sukakollos se hicieron en un solo año porque había que cumplir metas y demostrar que se habían hecho. Y claro, no funcionaron.

Roberto Ugás: Creo que hay mucho espacio para grandes avances tecnológicos, por ejemplo, en el control de plagas y enfermedades que son un problema. Si uno se va a la empresa Camposol, observará que siembra, todos los años, 150 hectáreas de ají habanero para producir su propio insecticida: han traído un habanero súper picante, lo siembran, lo procesan, y esa es una tecnología de la pequeña agricultura. Hay varios ejemplos de cómo la gran agricultura peruana está beneficiándose de lo que los pequeños agricultores han hecho toda la vida.

Mario Tapia: Otro caso interesante es el de la fertilización. Si hablamos de agricultura familiar, allí se usan recursos como estiércol o materia orgánica. Pero ¿qué ocurre? No hay una política que limite el uso de estiércol por parte de las empresas ladrilleras, que queman miles de toneladas de aquel. El agricultor prefiere vender su estiércol porque significa plata rápida en el bolsillo, en lugar de utilizarlo adecuadamente. Debemos recordar que también hay proyectos que han demostrado que la tecnología puede provocar un gran cambio en la economía familiar: es el caso de Sierra Productiva, que ofrece 17 tecnologías para que el campesino pueda utilizarlas. Eso debería ir unido a la organización campesina o a las comunidades y no privilegiar solo a un campesino. Lo interesante de las tecnologías es que deben mostrar que sí funcionan en el campo; el campesino tomará su propia decisión de adoptarlas o no.

CONSERVAR LA BIODIVERSIDAD

¿La biodiversidad puede servir, de manera realista, para el beneficio económico de la agricultura familiar? ¿Se puede pensar en mantener y desarrollar la biodiversidad sin la existencia de una economía campesina o una agricultura familiar?

Julio San Román: Creo que la agricultura pequeña es la que más va a aportar en el tema de la biodiversidad, aparte de los institutos de investigación, que lo hacen formalmente. La agricultura familiar es la que ha mantenido y mantiene la biodiversidad de muchísimos cultivos, no solo nativos, sino también importados; la gran agricultura no lo va a hacer. En el caso de la sierra es mucho más importante, porque al campesino le gusta tener variedad debido a que esta es funcional para su consumo. Entonces, tienen un poquito de maíz, de papa, de oca, etc.; eso les obliga a mantener la biodiversidad.

Mario Tapia: ¿Puede haber desarrollo de la biodiversidad sin agricultura familiar? Bueno, hay dos formas de conservar: la conservación ex situ(3) (banco de germoplasma, jardines, herbarios) y la conservación in situ, donde es imprescindible la presencia de esa agricultura campesina o familiar que ha mantenido por siglos la agrodiversidad. Es decir, nosotros, los agrónomos, hemos tenido el pecado de ser formados, algunas veces, en mejorar la variedad y uniformizarla; decimos que esa es la más productiva y la que el agricultor debe sembrar. Pero el campesino ha dicho que no, porque vive en montañas, con un clima diverso y variable. El campesino dice: «Si no mantengo esa diversidad, mi seguridad alimentaria peligra», porque esta variedad mejorada puede ser buena un año o dos, pero viene una plaga, una enfermedad o un factor climático y desaparece.

Roberto Ugás: Creo que la economía campesina es fundamental para la conservación de la biodiversidad, pero no es suficiente. La biodiversidad tiene que ser reconocida de una manera diferente: no son simplemente plantas o animales creciendo ahí. El Perú, que es uno de los países más ricos del mundo en agrodiversidad, debe tener claro que se necesita una inversión pública directa para fomentar que los pequeños agricultores conserven la biodiversidad. ¿Qué sucede, en la actualidad, con el desarrollo gastronómico del Perú? Uno promueve que los pequeños productores de papas nativas se conecten con los restaurantes de Cusco o Lima, y lo primero que dice el restaurante es: «Lo siento: son interesantes tus doscientas variedades de papa, pero yo no puedo lidiar con doscientas variedades. A mí me interesan solo cuatro». Y esas cuatro se las encargan a sembrar a un mediano productor, para cumplir con el abastecimiento regular de esas papas a los restaurantes. El restaurante —como cualquier consumidor urbano— todavía no entiende que la conservación de la biodiversidad en la chacra exige, también, un consumo diverso. El rol del consumidor urbano de la ciudad, en la conservación de la biodiversidad en el campo, es fundamental en el Perú. Creo que no estamos haciendo lo suficiente para sensibilizar a la población acerca de que sin un consumo diverso no hay posibilidad de mantener la biodiversidad en la chacra.

Mario Tapia: En el caso de la quinua, por ejemplo, hemos ganado un proyecto, «Razas de quinua en el Perú», que está muy relacionado con la biodiversidad. Si el Perú define las razas de quinua que posee y las registra conforme a ley, por lo menos tendrá moralmente —y ojalá económicamente— la imagen mundial de que esos recursos son para beneficiar al mundo, pero con una compensación a los conservacionistas. Nos vamos a unir con las universidades y con el INIA para definir las razas de quinua que tenemos en el país: estoy hablando de chullpi, witulla, quinua negra, pasankalla, etc.; es decir, todo lo que los campesinos han generado con información sobre la biodiversidad, para hacer la identificación del ADN, el registro, que es como la partida de nacimiento. Así podremos decir: «El Perú tiene estas clases de quinua, con las cuales el mundo se puede beneficiar, pero reconozcan nuestro aporte». El país debe invertir en esas zonas porque son los campesinos quienes están conservando esta biodiversidad para el Perú y para el mundo. En el Año Internacional de la Quinua debería reconocerse, por ejemplo, a los agricultores conservacionistas de la quinua.

Juan Torres: Veo que los campesinos que tienen más agrobiodiversidad están económicamente más pobres. Están en las partes más altas y en los lugares con mayor dificultad de acceso, que son justo los lugares de donde se compra o se traen las semillas. Quizá la agrobiodiversidad debe considerarse como un servicio ecosistémico o un servicio ambiental, y debemos empezar a ver a los campesinos, que son verdaderos botánicos, como guardianes de esa gran biodiversidad. Y esto ocurre no solo en el Perú, sino también en Mesoamérica. Por ejemplo, Chiapas es uno de los lugares más pobres de México y, al mismo tiempo, uno de los más diversos. Etiopía es uno de los lugares más pobres del mundo y uno de los más diversos. Un amigo economista me decía: «Juan, la agricultura de la biodiversidad no es la agricultura triunfante; la agricultura de la homogeneidad y de la gran escala es la triunfante. La agricultura de la pequeña escala y de la gran diversidad tiene un lindo pasado, pero hoy día no tiene futuro». Él hablaba como economista. Sin embargo, hoy día, el cambio climá- tico hace que todos los reflectores vuelvan a enfocarse en esos sectores, donde podríamos tener aquellos genes rústicos que podrían aumentar la resiliencia (4) de las variedades mejoradas.

Mario Tapia: Un aspecto que debe considerarse es que una comunidad que conserva la biodiversidad puede ser la más pobre económicamente, pero también la más reconocida. Entonces, haber conservado la biodiversidad le da un estatus social que le permite ser más viable y tener ventajas. Y esas comunidades son las que por lo general tienen más atención de la cooperación internacional.

EL PAPEL DE LAS UNIVERSIDADES

Las universidades y otros centros de investigación parecen desenganchados con los temas de la agricultura, de los desafíos del cambio climático o de la seguridad alimentaria. Esos temas parecen no ser los grandes objetivos de las universidades y los centros de investigación...

Mario Tapia: Las universidades regionales, como las de Ayacucho, Puno y Cusco, a pesar de todas las limitaciones, han avanzado en muchas investigaciones para el desarrollo de la agricultura familiar, quizá por su cercanía al medio rural. Sin embargo, en la Universidad Agraria, cuando hablaba de cañihua, el 99% de los estudiantes no la conocían ni de nombre. Las universidades deberían reducir sus años de enseñanza en aulas a solo cuatro, y un año debería emplearse en salir al campo. Eso formaría al profesional con una relación vívida. La Universidad Agraria es mi universidad, pero es demasiado urbana. Ha perdido el contacto con la realidad agrícola,

Julio San Román: Yo ingresé a La Molina hace cincuenta años; en esa época había muchos estudiantes, de otras universidades, que iban a La Molina a hacer su posgrado. La universidad La Molina siempre ha sido la de más prestigio y todo el mundo quiere ser «molinero». Sin embargo, en temas de investigación, mi universidad, y muchas otras también, son una campana de cristal, de donde no salen ni dejan entrar a nadie. Las universidades están encerradas totalmente en sus problemas y los inventan y resuelven allí, y en general no salen.

Roberto Ugás: Algunas cosas están cambiando en el mundo universitario. Ahora hay una gran demanda de las universidades del interior, muchas de las cuales tienen más dinero disponible, para invertir en investigación, que las universidades nacionales de Lima. Pero uno de los grandes problemas para hacer investigación es que el sistema público de gestión de fondos simplemente desincentiva realizarlas. ¡Para comprar una caja de clips se tiene que hacer un trámite espantoso! Entonces, el tiempo y los recursos que se dedican a administrar y hacer todos los trámites para el uso de esos recursos, privados o públicos, son una locura. No existe un país desarrollado, sin un sistema público mínimamente solvente de investigación agraria; no existe. Es imposible que el Perú se desarrolle sin un sistema público de investigación agraria. Y salir de eso pasa por cambios radicales que deben suceder en el INIA y en sus relaciones con la sociedad. Hay un desincentivo general hacia la investigación, debido a los sistemas públicos en la gestión de recursos.

Juan Torres: Yo diría que el cambio debería ser aún más radical. Agricultura familiar, culturas, diversidad, agriculturas campesinas, indígenas, tecnologías tradicionales, todo ello implicaría un cambio epistemológico. ¡Es otro episteme! Es el reconocimiento de otras formas de conocer la agricultura. Científicamente hablando, somos periféricos: no estamos en los lugares donde se generan los conceptos científicos. Miremos el caso del INIA, que es la ciencia agraria clásica, simbolizado en un tractor, pero que no reconoce los diversos matices. Pongo un ejemplo: el caso de las ciencias biológicas, que son clásicas y desprecian otros tipos de conocimiento. Entonces, se necesitaría un cambio fuerte de concepción en la universidad. No sé si estaré vivo para ver una Universidad Agraria con asháninkas, mashiguengas, aimaras, quechuas, catacaos, sechuras, que también son parte de las culturas que conocen este entorno natural, su agricultura y cultivares. Y que estén al lado de un Centro Internacional de la Papa, que es un centro de investigación de biotecnología. ¿Cómo lograr combinar eso? Ello implicaría un cambio epistemológico, de reconocer otros epistemes.

Mario Tapia: El caso del INIA es especial, pues siendo el centro de innovación agrícola, no tiene los recursos suficientes. También está centralizado. Además, los cargos no son técnicos. Una vez me ofrecieron la jefatura del INIA y puse la condición de que fuera bajo un contrato de cinco años, como mínimo. Le dije al ministro de ese entonces: «Con todo respeto, a usted lo pueden botar. Y yo en un año o seis meses no puedo desarrollar un programa de investigación, porque, mínimo, son cinco años». Eso ocurre en todos los países: en Argentina, para hacer un programa de investigación se hacen contratos de largo plazo. El INIA debe ser una empresa de investigación, pero con resultados económicos. Debería ser eficiente en producir y en generar sus propios ingresos.

Julio San Román: El tema del INIA es, a mi juicio, básicamente político. Los cargos se otorgan a dedo, y en la medida en que eso sucede, ¡pues el nombrado tiene que mirar el dedo y así no funciona nada! En general, eso pasa en todo el sector público y no solo en el INIA: cada partido lleva a su gente y desgraciadamente no incorporan técnicos, sino a administrativos o a quienes hicieron la campaña. Hace poco se decía que el 10% de empleados del INIA eran profesionales técnicos y que el resto era personal administrativo. Entonces, ha sido sabia la decisión de Mario, de no aceptar la jefatura del INIA. ¿Qué jefe, por más capaz que sea, va a poder manejar esa situación? En algún momento anunciaron, en este gobierno, que iban a reestructurar el INIA, pero hasta ahora eso no ha sucedido. ¡Era un sueño que teníamos, pero ahora la situación está cada vez peor! ¿Qué podemos hacer como país para que esa institución, que es fundamental para el desarrollo rural, pueda mejorar?

Notas
1 Instituto Nacional de Investigación Agraria.
2 Campos de cultivo elevados, conocidos como «camellones», que evitaban las inundaciones.
3 La conservación ex situ consiste en el mantenimiento de algunos componentes de la biodiversidad fuera de sus hábitats naturales.
4 La resiliencia social es la capacidad de grupos o comunidades de adaptarse y organizarse para responder a las amenazas sociales, políticas o ambientales.


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