martes, 15 de octubre de 2013

IV Cenagro confirma importancia de la pequeña agricultura en la producción de alimentos


¿Cuán importante es la pequeña agricultura para la seguridad alimentaria de los peruanos? Hasta hace poco, por falta de información actualizada, no había sino conjeturas. Las estimaciones sobre qué porcentaje de la producción de alimentos de origen agrícola salía de los pequeños productores iban desde los dos tercios hasta las tres cuartas partes del total. Pero, realmente, no había información precisa al respecto, dado que el censo anterior databa de 1994.

El nuevo Censo Nacional Agropecuario 2012 (IV Cenagro) no solo confirma la importancia de la pequeña agricultura, sino que muestra que esta es mayor a la estimada. El IV Cenagro nos informa cuántas hectáreas se destinan a los diferentes cultivos y qué unidades agropecuarias (UA) son las que los cultivan. Veamos, en primer lugar, cómo se distribuye la superficie destinada a cultivos alimenticios transitorios.

Cultivos transitorios 

El IV Cenagro informa que la mayor parte de las tierras dedicadas a cultivos alimenticios transitorios (anuales o plurianuales) corresponde a la pequeña agricultura (que, para los propósitos de este artículo, definimos como las UA con extensiones menores de 10 hectáreas) Así, en el caso de las leguminosas, el 82% del área sembrada corresponde a la pequeña agricultura, y también corresponde a esta el 76% del área sembrada para los tubérculos, el 74% de la sembrada para los cereales, el 72% de la sembrada para las hortalizas y el 63% de la sembrada para las frutas. Las muy pequeñas UA, menores de tres hectáreas —usualmente consideradas como minifundios—, tienen una participación muy importante, como puede apreciarse en la tabla 1. 

En contraste, las UA de mayor tamaño destinan muy pocas tierras a la producción de alimentos para el mercado interno. Como lo muestra la misma tabla, las UA no menores de 100 hectáreas ni mayores de 1,500 hectáreas, apenas sí siembran para el mercado interno, pues no llegan ni al 2% del área cultivada para alimentos. En cuanto a las empresas agrarias más grandes —los megalatifundios—, que superan las 1,500 hectáreas de extensión, casi no dedican nada de sus tierras a la producción de alimentos: apenas el 0.3% de la superficie sembrada.

Puesto de otra manera: si por alguna razón aquellas empresas desaparecieran, ello no afectaría la producción de alimentos agrícolas destinada al consumo de los peruanos. En cambio, si hubiesen políticas favorables a la pequeña agricultura que repercutiesen en un incremento de los rendimientos, la producción de alimentos sí aumentaría significativamente.

 Cultivos permanentes 

Los cultivos permanentes son aquellos cuya duración se prolonga por varios años. Los principales grupos de cultivos permanentes son, en la clasificación del IV Cenagro: frutales, cultivos industriales y pastos cultivados. En conjunto, suman cerca de dos millones de hectáreas.
Los principales cultivos destinados a la exportación son permanentes; es el caso de varias frutas (mangos, paltas, uvas, cítricos), los espárragos y el café. También son permanentes la caña de azúcar, destinada tanto a la producción de azúcar como de etanol, y la palma aceitera, que produce aceites para el consumo humano y para la fabricación de biodiésel. 

La participación de la pequeña agricultura en la producción de cultivos permanentes es destacada, aunque menor que en el caso de los transitorios (tabla 2). Esto se debe, entre otras razones, a que los cultivos permanentes requieren de condiciones de las que con frecuencia carece la pequeña agricultura: inversiones mayores y la posibilidad de sostenerse durante el periodo entre la siembra y la primera cosecha, que suele ser de varios años.

En cuanto a las áreas de los latifundios por encima de las mil hectáreas, tienen una alta participación en los frutales permanentes (casi 21% de la superficie total destinada a estos cultivos), siendo particularmente alta en el caso del palto (43%), la vid (41%) y el mango (28%), todos ellos dirigidos a la exportación. Su participación en los cultivos industriales, como un todo, es bastante menor: 3.9%; sin embargo, si se excluye el café, su participación sube al doble: 7.8%. En algunos cultivos industriales específicos su participación es mucho mayor, sobre todo en el caso del espárrago, llegando al 44% de la superficie total dedicada a ellos.

La pequeña agricultura garantiza la alimentación 

En conclusión: hay un uso diferenciado de la tierra, según el tipo de productores. El tamaño de los predios no es suficiente como para hacer una tipología de productores, pero es un criterio útil en la medida en que cuanto más pequeña es la unidad agropecuaria, más probable es que se trate de un predio conducido por una familia y donde la mayor parte de la fuerza de trabajo es proporcionada por la propia familia. Por el contrario, cuanto más grande es la unidad agropecuaria, más tiende a ser una empresa, cuya finalidad principal es obtener utilidades. Mientras que las primeras tienden a orientar su producción al mercado interno, las últimas lo hacen a los mercados internacionales.

La seguridad alimentaria del Perú depende de las primeras, cuyo papel, en una perspectiva de soberanía alimentaria —es decir, de búsqueda de una mayor autonomía en cuestión alimentaria—, es estratégico. En cuanto a las grandes unidades agropecuarias —volcadas hacia la exportación—, estas contribuyen a la seguridad alimentaria en el sentido de que aseguran el ingreso de los trabajadores que emplean, con el que estos adquieren los alimentos que, a diferencia de los primeros, no producen; pero esas grandes unidades agropecuarias no contribuyen a consolidar una economía agraria que defienda al país de los avatares de los mercados internacionales. No olvidemos que desde 2008 —año en el que los precios de los alimentos se elevaron súbitamente, lo que afectó a centenares de millones de personas de bajos ingresos— se han instaurado en la agenda internacional los riesgos de la inseguridad alimentaria. Cada vez más gobiernos están considerando ser más autónomos en su abastecimiento de alimentos, y, sin duda, esta mayor autonomía tiene en la pequeña agricultura su mayor soporte.

No deja de extrañar el que, a pesar de que el gobierno del presidente Ollanta Humala ha declarado 2013 como Año de la Inversión para el Desarrollo Rural y la Seguridad Alimentaria; de que hay una comisión multisectorial que está elaborando una propuesta estratégica de seguridad alimentaria; de que el Congreso debatirá próximamente una ley de seguridad alimentaria; de que las Naciones Unidas oficializaron 2013 como Año Internacional de la Quinua (producto típico campesino); el Gobierno central —repetimos— no haya definido una política integral de apoyo a ese vital y numeroso sector productivo.

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