lunes, 30 de enero de 2012

El nuevo ministro de Agricultura y las políticas necesarias para el sector


Editorial de La Revista Agraria 136, escrita por Fernando Eguren

Tenemos un nuevo ministro de Agricultura: Luis Ginocchio. Conocedor del sector, se sabe sobre su inclinación a favor de la agricultura familiar: es un convencido de la necesidad de apoyarla para lograr que sea competitiva, tarea, sin duda, importante y, también, desafiante. Importante, pues la mayor parte de nuestros productores agrarios son pequeños y medianos, y han recibido muy poco apoyo de los gobiernos anteriores. Importante, asimismo, pues son los principales productores de alimentos del país (ver artículo, más adelante). E importante, en tercer lugar, porque la pobreza rural tiene una alta incidencia en el universo de la pequeña agricultura, de modo que una política que contribuya a su desarrollo es, también, una de lucha real contra la pobreza. Importante, por último, pues no hay desarrollo regional y descentralizado en el Perú sin que haya desarrollo rural, y no hay desarrollo rural si la agricultura familiar no se desarrolla. 


Lamentablemente, el cambio de gabinete en diciembre pasado ha dejado el mal sabor de que, en este gobierno, los cargos de alta responsabilidad, como los de ministro, pueden ser muy efímeros, lo cual impedirá la continuidad de las políticas sectoriales. Miguel Caillaux no llegó a cumplir seis meses en el cargo de ministro de Agricultura, y no se sabe muy bien las razones que motivaron su reemplazo. 

En la entrevista que le hiciera LRA 135, el entonces ministro Caillaux formuló varias líneas de política que deberían tener continuidad. Con relación a la seguridad alimentaria, Caillaux aseguró que «se ampliaría la frontera agraria en la sierra, con la recuperación de andenes», pues «resulta mucho más barato recuperar una hectárea de andenes que una de irrigación en la costa». Esta recuperación solo es posible con una política de mediano y largo plazo. ¿Se continuará con la actual gestión del ministro Ginocchio?

Sobre la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos en la costa, Caillaux afirmó que «al Estado no le interesa que el país agrario, que la tierra agrícola esté en pocas manos. Nos interesa que esté en muchas manos». En páginas interiores de este número de LRA se trata el tema.

Sobre el hecho de que las tierras de las grandes obras de irrigación van a crear latifundios, como ha sido el reciente caso de Olmos, declaró: «Yo creo que los pequeños agricultores pueden participar en estos grandes proyectos, pero no de manera individual, sino asociándose. Estoy convencido de que los lotes que deberíamos promover en las nuevas irrigaciones en la costa, no deberían bajar de cincuenta hectáreas». 

Hoy, el límite inferior en Olmos es 250 hectáreas, pero la mayor parte de los lotes subastados son de 1,000, y un solo comprador puede adquirir la cantidad de lotes que quiera. ¿Se reducirán los lotes a 50 hectáreas, para permitir el ingreso a medianos inversionistas, o se mantendrá la barrera que los excluye? Aún falta la segunda subasta de las tierras de Olmos. Una posibilidad de democratizar desde ya —al menos en algo— el acceso a estas tierras, es que el Estado adquiera 8 mil hectáreas y las venda luego a medianos inversionistas. Está por verse cuál será la orientación del nuevo responsable, con respecto a estos temas. 




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