martes, 14 de mayo de 2013

MESA REDONDA de La Revista Agraria. "La quinua: presente y futuro"


A raíz de que las Naciones Unidas han declarado 2013 como Año Internacional de la Quinua, este cultivo se ha convertido en uno de los alimentos que más han atraído la atención en el Perú y el mundo(1). Sin embargo, el actual boom internacional de la milenaria quinua no significa que los viejos problemas que acompañan a este cultivo se hayan solucionado. LRA dedicó la mesa redonda de este mes a realizar una radiografía sobre esta nutritiva semilla andina, que tiene un gran potencial alimenticio. Participaron el economista Waldemar Mercado, profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina (Unalm); la bióloga María Scurrah, coordinadora de la ONG Yanapai, que trabaja en proyectos de pequeña agricultura en Huancavelica; la ingeniera agrónoma Luz Gómez Pando, investigadora y profesora de la Unalm; y el ingeniero César Laqui, investigador en el tema de quinua del proyecto Mercados Campesinos, del Cepes, con el apoyo de Veterinarios Sin Fronteras (VSF).

EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN

¿Qué debería investigarse alrededor del cultivo de la quinua? ¿Cuáles deberían ser los criterios para definir la orientación y el tipo de investigaciones que deben realizarse?

César Laqui: Al realizar el estudio de la sustentabilidad de los sistemas de producción de quinua se han encontrado muchas deficiencias y problemas donde hay que trabajar. En seguridad alimentaria hay mucho espacio para investigar. Por ejemplo, en Puno, un especialista me comunicó que no conocía de la existencia de una investigación actual que demostrara que el consumo de la quinua sirviera verdaderamente para cubrir las necesidades alimentarias de la población. Sería importante conocer cuánto es el porcentaje de quinua que consume la población y cuál es el real aporte nutricional de la quinua. También es importante conocer cómo han cambiado los sistemas de producción en función de mejorar la calidad de la quinua. Por ejemplo, la cooperativa agroindustrial de productores de quinua CoopainCabana, en Puno, tiene estudios en los que se demuestra que la calidad de los suelos ha cambiado de manera drástica debido a la intensificación de los cultivos. Debido a los altos precios de la quinua, se están dejando de rotar los cultivos y se está yendo mucho hacia el monocultivo, lo que ha provocado el aumento de determinadas plagas. Así es más difícil realizar el manejo agronómico del cultivo. Ahí hay un tema importante para estudiar.

Luz Gómez: Lo que tenemos que hacer con la quinua es incrementar su producción nacional, para conseguir que la mayor parte de la población la incluya dentro de su consumo diario o semanal. Y que llegue a las poblaciones, sobre todo a los niños de 5 años, una cuarta parte de los cuales sufre desnutrición. Necesitamos que la oferta de la quinua sea muy grande; para lograrlo se necesita, de inmediato, apoyar los programas de mejoramiento genético de plantas a fin de mejorar las variedades, pues las que hoy tenemos son mayormente las tradicionales, que son de bajo rendimiento y muy susceptibles a las plagas. Existen materiales resistentes que habría que incorporar para así reducir los costos de producción, como la aplicación de fungicidas. Deberíamos fomentar la agricultura orgánica, para proteger el medio ambiente. Si conseguimos duplicar o triplicar el rendimiento, esto sería muy importante.

Otra forma de aumentar la producción es por medio de las tecnologías de cultivo. Considero que en la actualidad se está sacando la quinua de detrás de la casa del agricultor, es decir, de ese huerto pequeño. Se está llevando la quinua sin mucha tecnología y haciendo que los agricultores siembren en áreas muy grandes, donde los problemas se hacen evidentes. Por ejemplo, agricultores siembran en 80 hectáreas: a esa escala la familia ya no puede hacer un buen seguimiento de la planta. Tenemos que olvidarnos de la creencia de que la quinua era un cultivo que podía prosperar prácticamente sin nada: eso no es real. Era «sin nada» porque eran áreas bastante pequeñas. Considero que la quinua es un cultivo en el que se pueden obtener mejoras muy grandes si se desarrollan las tecnologías de cultivo y si las variedades son las apropiadas para esas tecnologías. En la Universidad Agraria estamos trabajando desde hace tiempo en eso y considero que en dos años estaremos lanzando nuevas variedades de quinua.

María Scurrah: La quinua se cultiva desde el nivel del mar hasta las grandes alturas; pero cada vez que se sube rinde menos y surgen otro tipo de problemas. Si queremos que en el Perú se convierta en un alimento diario y saque a la gente de la pobreza, tenemos que pensar en utilizarla como sucede con la papa nativa. La papa nativa es de las zonas altas, tiene alta calidad y un precio mayor en los mercados, mientras que la papa mejorada pertenece a zonas bajas y tiene un precio más bajo. Uso este cultivo como ejemplo, aunque sé que todavía está en desarrollo. Por otra parte, me pregunto si se está recolectando toda la gama de variabilidad genética que los agricultores están manteniendo. Por ejemplo, si se les dan nuevas variedades, se va a perder esa conservación in situ que están haciendo. Entonces, hay que encontrar una manera de apoyar a los pequeños agricultores para que mantengan sus variedades ancestrales de la forma en que ellos lo están haciendo, sin intensificar mucho sus suelos; es decir, deben beneficiarse por estar conservando esto para el Perú. Y en la actualidad se está perdiendo esa diversidad rápidamente, a raíz de este boom de la quinua, porque la gente está cambiando sus antiguas variedades por las nuevas, que tienen rendimientos más altos, y se está yendo a campos más grandes. Habría que preguntarse cómo mantener estos dos sistemas: el de la agricultura tradicional y el de nuevos tipos de quinua, que bajarían los precios y la harían más accesible para el consumidor. Esa es mi preocupación.

Waldemar Mercado: Un reto es lo que plantearon Luz y María: ¿cómo aumentar la oferta de quinua? En ese punto, el eje es netamente productivo, porque tiene que ver con las tecnologías, las variedades y con cómo mantener la biodiversidad. El mercado probablemente demande sólo algunas variedades y no todas; allí, por cierto, hay un riesgo para la biodiversidad. Un tema a investigar, por el lado de la producción es: cómo incrementar los rendimientos bajando costos y manteniendo la biodiversidad; por el lado de la transformación con valor agregado es: qué subproductos pueden derivarse de la quinua. Hoy día existen en el mercado muchos productos basados en quinua, como las hojuelas, los snacks, etc.
Ahí viene el tema de cómo vincular al mercado con la conservación de los recursos. El mercado podría demandar homogeneidad en grandes cantidades, pero con muy pocas variedades. Entonces, el reto para la transformación es ir generando nuevos productos que vayan incorporando a estas otras variedades: en harinas, fideos, hojuelas, granolas, barras energéticas, y que tienen que entrar de la mano, también, con una política de promoción y de marketing. De esta forma, el mercado podría ayudar a los productores a la conservación de la biodiversidad, función que hoy día no es reconocida por el mercado. Es un gran reto que requiere otro eje de la investigación: ¿cómo hacer que la biodiversidad sea valorada por el mercado? ¿Cómo dar valor agregado a los productos? ¿Cómo darles un nivel de certificación o de reconocimiento? Pero me parece que todavía no se ha entrado mucho en la investigación sobre procesamiento, transformación o de cómo dar valor agregado y generar diferentes productos en ese rubro.

Luz Gómez: Históricamente, sobre la quinua se ha investigado en universidades de Puno, Cusco, Ayacucho y en los INIA(2) de esas regiones; en la Unalm también lo venimos haciendo desde 1968. Pero, en realidad, la investigación de la quinua ha estado bastante limitada debido a la falta de recursos económicos: se ha hecho en pequeño. Lo importante, sin embargo, es que todas estas instituciones hemos conseguido conservar un buen material y conocer un poco más del cultivo a fin de estar preparados para enfrentar lo que se viene ahora y poder ayudar mejor a los agricultores.

César Laqui: Si bien existen variedades que se adaptan muy bien a determinados eventos del clima, como granizadas, lluvias y sequías, no hay una variedad de quinua que pueda soportar todos esos procesos. Este año, por ejemplo, de acuerdo con datos que he tomado, hay una pérdida de 50% de la producción; si hablamos de cantidades, eso es abismal. Ha habido una gran pérdida de quinua debido a las lluvias, granizadas y heladas. Si comparamos con años anteriores, los rendimientos para este año van a ser muy bajos. Este problema va a provocar un alza en los precios, naturalmente. Hay que investigar estos temas mucho más, pues el proceso de generar mayores conocimientos va a ayudar a la producción campesina.

LA QUINUA Y EL DESARROLLO RURAL

¿Se puede aprovechar este boom eventual de la quinua para fomentar el desarrollo rural, precisamente en aquellas zonas pobres donde se encuentran los que la producen? ¿Cuál es el papel que le corresponde jugar al Estado? 

María Scurrah: Es un reto que exige ser muy creativo, y la historia nos lo demuestra. Por ejemplo, la llamada Revolución Verde(3) mostró que quienes tenían la capacidad y el hectareaje necesarios se llevaban todas las ventajas de esa revolución, mientras que los que no tenían la tierra suficiente se quedaban marginados. Es fácil que eso ocurra. En Huancavelica, donde trabajamos, hemos proporcionado a las comunidades semillas de quinua, pero muy pocos se han apuntado a sembrarlas debido a que cuentan con poca tierra; si tienen que apostar por comida, entonces prefieren sembrar papa o cebada. Siendo así, ¿cómo pueden subirse los pequeños agricultores al tren del boom de la quinua? Tendrían que asociarse de alguna forma para tener más hectareaje, pues pequeñas cantidades solo les sirven para alimentarse una vez a la semana, pero no para mejorar sus ingresos de manera significativa. Pienso que los más grandes van a aprovecharse y a beneficiarse; va a ocurrir lo de los grandes paperos de Jauja, Ayacucho y Andahuaylas, a quienes les va muy bien —tienen casas en Lima y aun en el extranjero—, pero muchísimos pequeños agricultores se han quedado al margen de eso. Creo que las políticas tienen que ser muy hábiles. El trabajo de aglutinar a los pequeños agricultores habría que ponerlo en manos del gobierno.

Luz Gómez: Yo tengo una visión más optimista, pues, hasta ahora, los que se están beneficiando son los pequeños agricultores y creo que eso se puede mantener. Si se pretende sembrar quinua en la costa, en grandes extensiones, no va a poder hacerse en forma orgánica; es un cultivo difícil, porque la quinua enfrenta muchos problemas y de todos modos tendrán que acudir a las aplicaciones químicas. Más bien, se debería propiciar que en la sierra se produzca la quinua orgánica, que tiene mejor precio y una mayor demanda de afuera. Pienso que todos debemos tener derecho a contar con alimentos, y si la Revolución Verde favoreció a algunos grupos, sin embargo, hizo posible que haya alimentos suficientes para el mundo, quizá mal repartido, pero de todos modos podemos satisfacer la demanda. Es importante señalar que muchos de los agricultores de ahora piensan como empresarios. Justamente, les preguntaba a algunos: ¿tú eres un agricultor de autoconsumo o eres un agricultor empresario?, porque este último tiene que pensar de otra forma: tiene que invertir y encontrar un mercado. ¡Y sí existe mercado para la quinua! No se imaginan la cantidad de empresas extranjeras y peruanas que están deseosas de comprar quinua. Considero, como María, que el gobierno debería ayudar en la organización de los pequeños agricultores y asociarlos. Así podrán establecer mejor sus precios y responder a la demanda.

Waldemar Mercado: Yo veo dos riesgos. El primero tiene que ver con los mercados, que  en el Perú funcionan como dos tipos: uno organizado o formal, con buenos vínculos con las cadenas comercializadoras, y otro desorganizado, de pequeños productores que comercializan por su cuenta y se someten a cadenas largas de comercialización. En la ciudad también hay dos tipos de mercados: los de mayor nivel adquisitivo, como los supermercados o las ferias cuyos productos están registrados, etiquetados, con reconocimiento de marcas; y los mercados populares. Entonces, si vinculamos eso con los requisitos de los mercados externos, que exigen el cumplimiento de ciertas normativas y estándares, estaríamos hablando de la existencia de dos grupos de productores: aquellos que podrían asociarse y participar de los mercados dinámicos, que podrían tener muy buenas perspectivas con la quinua; y aquellos que no puedan asociarse, que son muy pequeños, que están en una red de comercialización muy grande y compleja, cuyos rendimientos económicos van a ser menores. Por otro lado, el segundo riesgo que veo en este proceso de expansión de la quinua es el riesgo ecológico, relacionado con el cambio del uso del suelo. En la sierra, la expansión de la agricultura se da por la reducción del uso del suelo de pastos naturales; entonces, la expansión de estos cultivos promisorios y con buen mercado —como la quinua— podría llevar al cambio del uso del suelo o a desplazar a otros cultivos cuya biodiversidad también hay que mantener.

César Laqui: Comparto esa opinión: habría que tipificar a los productores de quinua. Muchos pueden ser pequeños y no llegan a tener ni siquiera dos o tres hectáreas, como máximo, si se suman todas sus parcelas. Evidentemente, su forma de producción es otra y su mercado es diferente en relación con los productores que cuentan con más de 10 hectáreas. Los que trabajan en parcelas muy pequeñas comercializan de manera diferente; en cadenas en las que participan demasiados intermediarios, e incluso los mismos productores no saben a dónde ni a qué mercados llega su producción de quinua, situación diferente a la de los grandes productores, aquellos que tienen de 30 a más hectáreas. Incluso, en la zona de Azángaro, hay quienes llegan a 50 o más hectáreas, pero en la zona circunlacustre(4) hay quienes no pasan las tres hectáreas, sumadas todas las parcelas. Una estrategia interesante es el sistema de aynokas(5), por ejemplo, que es muy organizada. Un primer objetivo es ir rotando las áreas de cultivo, para mantener la calidad de los suelos. He encontrado aynokas de más de 40 hectáreas, donde participan más de 100 campesinos de determinados centros poblados o comunidades campesinas. Un año siembran quinua y otro año siembran otro cultivo. Lamentablemente, no llegan a un nivel de organización para vender la quinua de manera directa a un determinado mercado. Se tiene que trabajar en políticas que beneficien al pequeño productor.

Waldemar Mercado: ¿Qué se puede hacer? Un eje —ya se mencionó— es el fomento de la asociatividad, no solo en la etapa de la producción, sino también del proceso del valor agregado y de la comercialización en mercados promisorios y organizados, donde, en efecto, están los precios más altos. Eso significa pensar en estrategias para dar mayor valor agregado al producto en el campo, o en procesos muy simples, como la selección o el reconocimiento de marca de origen; de esta forma, se puede fomentar el empleo rural. El otro eje, insisto, es poder participar en los mercados especiales de productos orgánicos o del comercio justo, donde los pequeños agricultores puedan llegar con un producto diferenciado y reconocido como cultural, de biodiversidad y nutritivo. Son características que otros productos no tienen.

EL FUTURO DE LA QUINUA

¿Cuáles son las experiencias o los temas que más les preocupan o que quisieran destacar a propósito de la quinua?

María Scurrah: Un tema que me parece interesante es preguntarnos: ¿la quinua debería ser patrimonio de la humanidad?, ¿debería haber propiedad intelectual? Los recursos genéticos se rigen por el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos6, que permitió a los países abrir las puertas de intercambio de sus recursos. De esa manera se regresó a lo que es el bien común, para poder intercambiar material genético. La quinua no está en ese tratado internacional; es decir, Perú, Bolivia y Ecuador son «dueños de la quinua». A mí me parece que lo ideal sería que los mejoradores puedan intercambiar material, porque el intercambio es positivo; no se gana nada teniendo a la quinua como una cosa de la que «somos dueños», pues, al final, con la comercialización y exportación, de todas maneras las variedades llegan a salir. Por ejemplo, el Perú está sembrando variedades bolivianas a pesar de que Evo Morales ha dicho que no debe salir ni un grano de quinua de Bolivia; esta última posición no me parece que sea muy útil. Creo que este 2013, Año Internacional de la Quinua, sería una política poner a la quinua como un patrimonio de la humanidad.

Luz Gómez: Yo considero, igualmente, que la quinua debería ponerse a disposición de la humanidad; sus cualidades pueden servir en países donde también se sufre de hambre y desnutrición. Además, debido al sistema de reproducción de la quinua, basta que el agricultor se lleve un grano... ¡y con él se llevará el germoplasma!: no hay forma de controlar eso. Sabemos que EE.UU. ya está trabajando muy fuerte en quinua; posee un germoplasma que consiguió hace muchos años, y otros países también están desarrollando lo mismo. Siempre he pensado que la quinua es la nueva contribución de la región andina hacia el mundo. No hay riesgo de que las grandes empresas sean las que la patenten y restrinjan su producción. ¡Estamos en un mercado abierto y es inevitable! En realidad, la quinua no sólo está en Perú, pues el germoplasma ya está en otros países; es muy tarde. Es como el caso de la kiwicha, cuya exportación ha disminuido en forma considerable porque hay una producción muy grande en la India y en otros países asiáticos. Es algo inevitable porque el sistema de reproducción de estas plantas permite que cualquiera pueda llevarse la semilla y tener la variedad. No hay forma de evitarlo.

Waldemar Mercado: Yo preguntaría: ¿qué tan importante es la quinua en una estrategia de seguridad alimentaria? Esta estrategia la deberíamos ver en el sector específico: la quinua está relacionada con productores pequeños altoandinos, donde hay desventajas comparativas; allí vería las estrategias de seguridad alimentaria. Si pensamos desde el punto de vista del productor pobre, que tiene problemas de disponibilidad y de acceso, pues la quinua le proporciona la posibilidad de producir para el autoconsumo y tener un producto con cualidades nutritivas. Pero también le da el acceso a ingresos si aprovecha los mercados organizados; ahí hay que trabajar en la asociatividad, para que lleguen, efectivamente, a dichos mercados. También hay que pensar en el valor agregado y en las necesidades y demandas del mercado que exige una mayor sofisticación y buena presentación del producto. El tema de la denominación de origen es importante. Estos productos son nativos, andinos, tienen valor cultural; han tenido un proceso muy largo de domesticación de la especie y, además, la biodiversidad les da una cualidad mayor. Por eso deberíamos hablar de «quinua andina con identidad de origen», porque es allí donde se formó. Y eso debe estar unido —ya se está uniendo— al boom de la gastronomía, que es otra fuente de difusión del producto.

César Laqui: En el Perú, lamentablemente, la quinua no se sopesa como en Bolivia, donde es una cuestión de interés nacional. En nuestro país no es así. Por ejemplo, en Puno existe una resolución regional que declara a la quinua como patrimonio de la región, pero no llega a más. Se debería problematizar el tema de la quinua a nivel nacional y generar un debate para que se enfoque de mejor manera. Hay que revalorar algunos sistemas de manejo de su cultivo, como la aynoka. Pero no solo existen sistemas tradicionales en ese manejo, sino también en la trasformación: varios estudios indican que los campesinos producen hasta 60 tipos de alimentos transformados que derivan de la quinua. Algunos trabajos de investigación de la Universidad Peruana Unión y la Universidad Nacional del Altiplano revaloran los sistemas de transformación.

Luz Gómez: Debemos reconocer algo importante: la quinua siempre va a ser costosa; no podemos comparar su costo de producción con el de cereales como el trigo y la cebada. El agricultor de trigo y cebada siembra la semilla y sólo regresa para cosechar sus 1,400 kilos, sin mayor inversión, mientras que con la quinua los agricultores gastan entre S/.4,500 a S/.6 mil por hectárea. Eso implica que su precio nunca va a ser similar al de los cereales, pero sí se podría conseguir que baje para el consumidor, sin afectar al agricultor, quien debería ganar por cantidad, es decir, por mayor rendimiento. El costo de la quinua es alto porque su establecimiento es muy difícil al inicio: las semillas son muy pequeñas; las plántulas son muy delicadas. Mientras la quinua no llegue a formar cuatro o cinco pares de hojas, puede ser totalmente invadida por las malezas; incluso, muchos agricultores abandonan sus campos en ese estado y lo que hacen es volver a sembrar cebada. También se necesita desyerbarla varias veces, lo que implica mucha mano de obra, pues no existe un producto químico que pueda controlar malezas de hoja ancha, que son las que atacan a la quinua. Luego hay que aporcarla. Los costos de cosecha también son muy altos. Todo ello eleva los costos de producción.

Es la hora de la quinua. Durante miles de años, ha sido un cultivo olvidado y marginado; por su propio valor, se ha mantenido en las comunidades campesinas. Ahí están los genes para responder al cambio climático. En esa riqueza y en ese germoplasma, los investigadores tenemos que buscar aquellas plantas o fenotipos, dentro de la especie de la quinua, para enfrentar los problemas en el futuro.

Notas
1 El área cosechada de quinua en 2011 fue de 35.5 miles de hectáreas. Es un área pequeña, si se compara con las del arroz, la papa y el trigo, pero involucra a 70 mil pequeños productores.
2 Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA).
3 Se llama Revolución Verde al proceso de producción y difusión de una agricultura con semillas de alto rendimiento, resultado de investigaciones y procesos de selección, y con uso intensivo de insumos químicos, que se expandió en muchos países en la segunda mitad del siglo pasado. Tuvo un gran impacto en el aumento de los rendimientos de cultivos alimenticios.
4 Es decir, la zona o ambiente que circunda un lago; en este caso, el Lago Titicaca, en Puno.
5 Sistema ancestral y comunitario de manejo y utilización de la agrobiodiversidad. Las comunidades mantienen un conjunto de parcelas que les permite realizar la rotación de sus cultivos para dejar en descanso las parcelas por varios años, con lo que recuperan su fertilidad.
6 El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura fue adoptado por la Conferencia de la FAO (Naciones Unidas) en 2001. Su objetivo es facilitar el acceso y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos fitogenéticos.

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