A raíz
de que las Naciones Unidas han declarado 2013 como Año Internacional de
la Quinua, este cultivo se ha convertido en uno de los alimentos que más
han atraído la atención en el Perú y el mundo(1). Sin embargo, el actual boom internacional de la milenaria quinua no significa que los viejos problemas que acompañan a este cultivo se hayan solucionado. LRA
dedicó la mesa redonda de este mes a realizar una radiografía sobre
esta nutritiva semilla andina, que tiene un gran potencial alimenticio.
Participaron el economista Waldemar Mercado, profesor de la Universidad
Nacional Agraria La Molina (Unalm); la bióloga María Scurrah,
coordinadora de la ONG Yanapai, que trabaja en proyectos de pequeña
agricultura en Huancavelica; la ingeniera agrónoma Luz Gómez Pando,
investigadora y profesora de la Unalm; y el ingeniero César Laqui,
investigador en el tema de quinua del proyecto Mercados Campesinos, del
Cepes, con el apoyo de Veterinarios Sin Fronteras (VSF).
EL ROL DE LA INVESTIGACIÓN
¿Qué
debería investigarse alrededor del cultivo de la quinua? ¿Cuáles
deberían ser los criterios para definir la orientación y el tipo de
investigaciones que deben realizarse?
César Laqui: Al
realizar el estudio de la sustentabilidad de los sistemas de producción
de quinua se han encontrado muchas deficiencias y problemas donde hay
que trabajar. En seguridad alimentaria hay mucho espacio para
investigar. Por ejemplo, en Puno, un especialista me comunicó que no
conocía de la existencia de una investigación actual que demostrara que
el consumo de la quinua sirviera verdaderamente para cubrir las
necesidades alimentarias de la población. Sería importante conocer
cuánto es el porcentaje de quinua que consume la población y cuál es el
real aporte nutricional de la quinua. También es importante conocer cómo
han cambiado los sistemas de producción en función de mejorar la
calidad de la quinua. Por ejemplo, la cooperativa agroindustrial de
productores de quinua CoopainCabana, en Puno, tiene estudios en los que
se demuestra que la calidad de los suelos ha cambiado de manera drástica
debido a la intensificación de los cultivos. Debido a los altos precios
de la quinua, se están dejando de rotar los cultivos y se está yendo
mucho hacia el monocultivo, lo que ha provocado el aumento de
determinadas plagas. Así es más difícil realizar el manejo agronómico
del cultivo. Ahí hay un tema importante para estudiar.
Luz Gómez: Lo
que tenemos que hacer con la quinua es incrementar su producción
nacional, para conseguir que la mayor parte de la población la incluya
dentro de su consumo diario o semanal. Y que llegue a las poblaciones,
sobre todo a los niños de 5 años, una cuarta parte de los cuales sufre
desnutrición. Necesitamos que la oferta de la quinua sea muy grande;
para lograrlo se necesita, de inmediato, apoyar los programas de
mejoramiento genético de plantas a fin de mejorar las variedades, pues
las que hoy tenemos son mayormente las tradicionales, que son de bajo
rendimiento y muy susceptibles a las plagas. Existen materiales
resistentes que habría que incorporar para así reducir los costos de
producción, como la aplicación de fungicidas. Deberíamos fomentar la
agricultura orgánica, para proteger el medio ambiente. Si conseguimos
duplicar o triplicar el rendimiento, esto sería muy importante.
Otra
forma de aumentar la producción es por medio de las tecnologías de
cultivo. Considero que en la actualidad se está sacando la quinua de
detrás de la casa del agricultor, es decir, de ese huerto pequeño. Se
está llevando la quinua sin mucha tecnología y haciendo que los
agricultores siembren en áreas muy grandes, donde los problemas se hacen
evidentes. Por ejemplo, agricultores siembran en 80 hectáreas: a esa
escala la familia ya no puede hacer un buen seguimiento de la planta.
Tenemos que olvidarnos de la creencia de que la quinua era un cultivo
que podía prosperar prácticamente sin nada: eso no es real. Era «sin
nada» porque eran áreas bastante pequeñas. Considero que la quinua es un
cultivo en el que se pueden obtener mejoras muy grandes si se
desarrollan las tecnologías de cultivo y si las variedades son las
apropiadas para esas tecnologías. En la Universidad Agraria estamos
trabajando desde hace tiempo en eso y considero que en dos años
estaremos lanzando nuevas variedades de quinua.
María Scurrah: La
quinua se cultiva desde el nivel del mar hasta las grandes alturas;
pero cada vez que se sube rinde menos y surgen otro tipo de problemas.
Si queremos que en el Perú se convierta en un alimento diario y saque a
la gente de la pobreza, tenemos que pensar en utilizarla como sucede con
la papa nativa. La papa nativa es de las zonas altas, tiene alta
calidad y un precio mayor en los mercados, mientras que la papa mejorada
pertenece a zonas bajas y tiene un precio más bajo. Uso este cultivo
como ejemplo, aunque sé que todavía está en desarrollo. Por otra parte,
me pregunto si se está recolectando toda la gama de variabilidad
genética que los agricultores están manteniendo. Por ejemplo, si se les
dan nuevas variedades, se va a perder esa conservación in situ
que están haciendo. Entonces, hay que encontrar una manera de apoyar a
los pequeños agricultores para que mantengan sus variedades ancestrales
de la forma en que ellos lo están haciendo, sin intensificar mucho sus
suelos; es decir, deben beneficiarse por estar conservando esto para el
Perú. Y en la actualidad se está perdiendo esa diversidad rápidamente, a
raíz de este boom de la quinua, porque la gente está cambiando
sus antiguas variedades por las nuevas, que tienen rendimientos más
altos, y se está yendo a campos más grandes. Habría que preguntarse cómo
mantener estos dos sistemas: el de la agricultura tradicional y el de
nuevos tipos de quinua, que bajarían los precios y la harían más
accesible para el consumidor. Esa es mi preocupación.
Waldemar Mercado: Un
reto es lo que plantearon Luz y María: ¿cómo aumentar la oferta de
quinua? En ese punto, el eje es netamente productivo, porque tiene que
ver con las tecnologías, las variedades y con cómo mantener la
biodiversidad. El mercado probablemente demande sólo algunas variedades y
no todas; allí, por cierto, hay un riesgo para la biodiversidad. Un
tema a investigar, por el lado de la producción es: cómo incrementar los
rendimientos bajando costos y manteniendo la biodiversidad; por el lado
de la transformación con valor agregado es: qué subproductos pueden
derivarse de la quinua. Hoy día existen en el mercado muchos productos
basados en quinua, como las hojuelas, los snacks, etc.
Ahí
viene el tema de cómo vincular al mercado con la conservación de los
recursos. El mercado podría demandar homogeneidad en grandes cantidades,
pero con muy pocas variedades. Entonces, el reto para la transformación
es ir generando nuevos productos que vayan incorporando a estas otras
variedades: en harinas, fideos, hojuelas, granolas, barras energéticas, y
que tienen que entrar de la mano, también, con una política de
promoción y de marketing. De esta forma, el mercado podría ayudar a los
productores a la conservación de la biodiversidad, función que hoy día
no es reconocida por el mercado. Es un gran reto que requiere otro eje
de la investigación: ¿cómo hacer que la biodiversidad sea valorada por
el mercado? ¿Cómo dar valor agregado a los productos? ¿Cómo darles un
nivel de certificación o de reconocimiento? Pero me parece que todavía
no se ha entrado mucho en la investigación sobre procesamiento,
transformación o de cómo dar valor agregado y generar diferentes
productos en ese rubro.
Luz Gómez: Históricamente, sobre la quinua se ha investigado en universidades de Puno, Cusco, Ayacucho y en los INIA(2)
de esas regiones; en la Unalm también lo venimos haciendo desde 1968.
Pero, en realidad, la investigación de la quinua ha estado bastante
limitada debido a la falta de recursos económicos: se ha hecho en
pequeño. Lo importante, sin embargo, es que todas estas instituciones
hemos conseguido conservar un buen material y conocer un poco más del
cultivo a fin de estar preparados para enfrentar lo que se viene ahora y
poder ayudar mejor a los agricultores.
César Laqui:
Si bien existen variedades que se adaptan muy bien a determinados
eventos del clima, como granizadas, lluvias y sequías, no hay una
variedad de quinua que pueda soportar todos esos procesos. Este año, por
ejemplo, de acuerdo con datos que he tomado, hay una pérdida de 50% de
la producción; si hablamos de cantidades, eso es abismal. Ha habido una
gran pérdida de quinua debido a las lluvias, granizadas y heladas. Si
comparamos con años anteriores, los rendimientos para este año van a ser
muy bajos. Este problema va a provocar un alza en los precios,
naturalmente. Hay que investigar estos temas mucho más, pues el proceso
de generar mayores conocimientos va a ayudar a la producción campesina.
LA QUINUA Y EL DESARROLLO RURAL
¿Se puede aprovechar este boom
eventual de la quinua para fomentar el desarrollo rural, precisamente
en aquellas zonas pobres donde se encuentran los que la producen? ¿Cuál
es el papel que le corresponde jugar al Estado?
María Scurrah: Es un reto que exige ser muy creativo, y la historia nos lo demuestra. Por ejemplo, la llamada Revolución Verde(3)
mostró que quienes tenían la capacidad y el hectareaje necesarios se
llevaban todas las ventajas de esa revolución, mientras que los que no
tenían la tierra suficiente se quedaban marginados. Es fácil que eso
ocurra. En Huancavelica, donde trabajamos, hemos proporcionado a las
comunidades semillas de quinua, pero muy pocos se han apuntado a
sembrarlas debido a que cuentan con poca tierra; si tienen que apostar
por comida, entonces prefieren sembrar papa o cebada. Siendo así, ¿cómo
pueden subirse los pequeños agricultores al tren del boom de la
quinua? Tendrían que asociarse de alguna forma para tener más
hectareaje, pues pequeñas cantidades solo les sirven para alimentarse
una vez a la semana, pero no para mejorar sus ingresos de manera
significativa. Pienso que los más grandes van a aprovecharse y a
beneficiarse; va a ocurrir lo de los grandes paperos de Jauja, Ayacucho y
Andahuaylas, a quienes les va muy bien —tienen casas en Lima y aun en
el extranjero—, pero muchísimos pequeños agricultores se han quedado al
margen de eso. Creo que las políticas tienen que ser muy hábiles. El
trabajo de aglutinar a los pequeños agricultores habría que ponerlo en
manos del gobierno.
Luz Gómez: Yo
tengo una visión más optimista, pues, hasta ahora, los que se están
beneficiando son los pequeños agricultores y creo que eso se puede
mantener. Si se pretende sembrar quinua en la costa, en grandes
extensiones, no va a poder hacerse en forma orgánica; es un cultivo
difícil, porque la quinua enfrenta muchos problemas y de todos modos
tendrán que acudir a las aplicaciones químicas. Más bien, se debería
propiciar que en la sierra se produzca la quinua orgánica, que tiene
mejor precio y una mayor demanda de afuera. Pienso que todos debemos
tener derecho a contar con alimentos, y si la Revolución Verde
favoreció a algunos grupos, sin embargo, hizo posible que haya alimentos
suficientes para el mundo, quizá mal repartido, pero de todos modos
podemos satisfacer la demanda. Es importante señalar que muchos de los
agricultores de ahora piensan como empresarios. Justamente, les
preguntaba a algunos: ¿tú eres un agricultor de autoconsumo o eres un
agricultor empresario?, porque este último tiene que pensar de otra
forma: tiene que invertir y encontrar un mercado. ¡Y sí existe mercado
para la quinua! No se imaginan la cantidad de empresas extranjeras y
peruanas que están deseosas de comprar quinua. Considero, como María,
que el gobierno debería ayudar en la organización de los pequeños
agricultores y asociarlos. Así podrán establecer mejor sus precios y
responder a la demanda.
Waldemar Mercado: Yo
veo dos riesgos. El primero tiene que ver con los mercados, que en el
Perú funcionan como dos tipos: uno organizado o formal, con buenos
vínculos con las cadenas comercializadoras, y otro desorganizado, de
pequeños productores que comercializan por su cuenta y se someten a
cadenas largas de comercialización. En la ciudad también hay dos tipos
de mercados: los de mayor nivel adquisitivo, como los supermercados o
las ferias cuyos productos están registrados, etiquetados, con
reconocimiento de marcas; y los mercados populares. Entonces, si
vinculamos eso con los requisitos de los mercados externos, que exigen
el cumplimiento de ciertas normativas y estándares, estaríamos hablando
de la existencia de dos grupos de productores: aquellos que podrían
asociarse y participar de los mercados dinámicos, que podrían tener muy
buenas perspectivas con la quinua; y aquellos que no puedan asociarse,
que son muy pequeños, que están en una red de comercialización muy
grande y compleja, cuyos rendimientos económicos van a ser menores. Por
otro lado, el segundo riesgo que veo en este proceso de expansión de la
quinua es el riesgo ecológico, relacionado con el cambio del uso del
suelo. En la sierra, la expansión de la agricultura se da por la
reducción del uso del suelo de pastos naturales; entonces, la expansión
de estos cultivos promisorios y con buen mercado —como la quinua— podría
llevar al cambio del uso del suelo o a desplazar a otros cultivos cuya
biodiversidad también hay que mantener.
César Laqui:
Comparto esa opinión: habría que tipificar a los productores de quinua.
Muchos pueden ser pequeños y no llegan a tener ni siquiera dos o tres
hectáreas, como máximo, si se suman todas sus parcelas. Evidentemente,
su forma de producción es otra y su mercado es diferente en relación con
los productores que cuentan con más de 10 hectáreas. Los que trabajan
en parcelas muy pequeñas comercializan de manera diferente; en cadenas
en las que participan demasiados intermediarios, e incluso los mismos
productores no saben a dónde ni a qué mercados llega su producción de
quinua, situación diferente a la de los grandes productores, aquellos
que tienen de 30 a más hectáreas. Incluso, en la zona de Azángaro, hay
quienes llegan a 50 o más hectáreas, pero en la zona circunlacustre(4) hay quienes no pasan las tres hectáreas, sumadas todas las parcelas. Una estrategia interesante es el sistema de aynokas(5),
por ejemplo, que es muy organizada. Un primer objetivo es ir rotando
las áreas de cultivo, para mantener la calidad de los suelos. He
encontrado aynokas de más de 40 hectáreas, donde participan más
de 100 campesinos de determinados centros poblados o comunidades
campesinas. Un año siembran quinua y otro año siembran otro cultivo.
Lamentablemente, no llegan a un nivel de organización para vender la
quinua de manera directa a un determinado mercado. Se tiene que trabajar
en políticas que beneficien al pequeño productor.
Waldemar Mercado: ¿Qué
se puede hacer? Un eje —ya se mencionó— es el fomento de la
asociatividad, no solo en la etapa de la producción, sino también del
proceso del valor agregado y de la comercialización en mercados
promisorios y organizados, donde, en efecto, están los precios más
altos. Eso significa pensar en estrategias para dar mayor valor agregado
al producto en el campo, o en procesos muy simples, como la selección o
el reconocimiento de marca de origen; de esta forma, se puede fomentar
el empleo rural. El otro eje, insisto, es poder participar en los
mercados especiales de productos orgánicos o del comercio justo, donde
los pequeños agricultores puedan llegar con un producto diferenciado y
reconocido como cultural, de biodiversidad y nutritivo. Son
características que otros productos no tienen.
EL FUTURO DE LA QUINUA
¿Cuáles son las experiencias o los temas que más les preocupan o que quisieran destacar a propósito de la quinua?
María Scurrah: Un
tema que me parece interesante es preguntarnos: ¿la quinua debería ser
patrimonio de la humanidad?, ¿debería haber propiedad intelectual? Los
recursos genéticos se rigen por el Tratado Internacional sobre los
Recursos Fitogenéticos6, que permitió a los países abrir las puertas de
intercambio de sus recursos. De esa manera se regresó a lo que es el
bien común, para poder intercambiar material genético. La quinua no está
en ese tratado internacional; es decir, Perú, Bolivia y Ecuador son
«dueños de la quinua». A mí me parece que lo ideal sería que los
mejoradores puedan intercambiar material, porque el intercambio es
positivo; no se gana nada teniendo a la quinua como una cosa de la que
«somos dueños», pues, al final, con la comercialización y exportación,
de todas maneras las variedades llegan a salir. Por ejemplo, el Perú
está sembrando variedades bolivianas a pesar de que Evo Morales ha dicho
que no debe salir ni un grano de quinua de Bolivia; esta última
posición no me parece que sea muy útil. Creo que este 2013, Año
Internacional de la Quinua, sería una política poner a la quinua como
un patrimonio de la humanidad.
Luz Gómez: Yo
considero, igualmente, que la quinua debería ponerse a disposición de
la humanidad; sus cualidades pueden servir en países donde también se
sufre de hambre y desnutrición. Además, debido al sistema de
reproducción de la quinua, basta que el agricultor se lleve un grano...
¡y con él se llevará el germoplasma!: no hay forma de controlar eso.
Sabemos que EE.UU. ya está trabajando muy fuerte en quinua; posee un
germoplasma que consiguió hace muchos años, y otros países también están
desarrollando lo mismo. Siempre he pensado que la quinua es la nueva
contribución de la región andina hacia el mundo. No hay riesgo de que
las grandes empresas sean las que la patenten y restrinjan su
producción. ¡Estamos en un mercado abierto y es inevitable! En realidad,
la quinua no sólo está en Perú, pues el germoplasma ya está en otros
países; es muy tarde. Es como el caso de la kiwicha, cuya exportación ha
disminuido en forma considerable porque hay una producción muy grande
en la India y en otros países asiáticos. Es algo inevitable porque el
sistema de reproducción de estas plantas permite que cualquiera pueda
llevarse la semilla y tener la variedad. No hay forma de evitarlo.
Waldemar Mercado: Yo
preguntaría: ¿qué tan importante es la quinua en una estrategia de
seguridad alimentaria? Esta estrategia la deberíamos ver en el sector
específico: la quinua está relacionada con productores pequeños
altoandinos, donde hay desventajas comparativas; allí vería las
estrategias de seguridad alimentaria. Si pensamos desde el punto de
vista del productor pobre, que tiene problemas de disponibilidad y de
acceso, pues la quinua le proporciona la posibilidad de producir para el
autoconsumo y tener un producto con cualidades nutritivas. Pero también
le da el acceso a ingresos si aprovecha los mercados organizados; ahí
hay que trabajar en la asociatividad, para que lleguen, efectivamente, a
dichos mercados. También hay que pensar en el valor agregado y en las
necesidades y demandas del mercado que exige una mayor sofisticación y
buena presentación del producto. El tema de la denominación de origen es
importante. Estos productos son nativos, andinos, tienen valor
cultural; han tenido un proceso muy largo de domesticación de la especie
y, además, la biodiversidad les da una cualidad mayor. Por eso
deberíamos hablar de «quinua andina con identidad de origen», porque es
allí donde se formó. Y eso debe estar unido —ya se está uniendo— al boom de la gastronomía, que es otra fuente de difusión del producto.
César Laqui: En
el Perú, lamentablemente, la quinua no se sopesa como en Bolivia, donde
es una cuestión de interés nacional. En nuestro país no es así. Por
ejemplo, en Puno existe una resolución regional que declara a la quinua
como patrimonio de la región, pero no llega a más. Se debería
problematizar el tema de la quinua a nivel nacional y generar un debate
para que se enfoque de mejor manera. Hay que revalorar algunos sistemas
de manejo de su cultivo, como la aynoka. Pero no solo existen
sistemas tradicionales en ese manejo, sino también en la trasformación:
varios estudios indican que los campesinos producen hasta 60 tipos de
alimentos transformados que derivan de la quinua. Algunos trabajos de
investigación de la Universidad Peruana Unión y la Universidad Nacional
del Altiplano revaloran los sistemas de transformación.
Luz Gómez: Debemos
reconocer algo importante: la quinua siempre va a ser costosa; no
podemos comparar su costo de producción con el de cereales como el trigo
y la cebada. El agricultor de trigo y cebada siembra la semilla y sólo
regresa para cosechar sus 1,400 kilos, sin mayor inversión, mientras que
con la quinua los agricultores gastan entre S/.4,500 a S/.6 mil por
hectárea. Eso implica que su precio nunca va a ser similar al de los
cereales, pero sí se podría conseguir que baje para el consumidor, sin
afectar al agricultor, quien debería ganar por cantidad, es decir, por
mayor rendimiento. El costo de la quinua es alto porque su
establecimiento es muy difícil al inicio: las semillas son muy pequeñas;
las plántulas son muy delicadas. Mientras la quinua no llegue a formar
cuatro o cinco pares de hojas, puede ser totalmente invadida por las
malezas; incluso, muchos agricultores abandonan sus campos en ese estado
y lo que hacen es volver a sembrar cebada. También se necesita
desyerbarla varias veces, lo que implica mucha mano de obra, pues no
existe un producto químico que pueda controlar malezas de hoja ancha,
que son las que atacan a la quinua. Luego hay que aporcarla. Los costos
de cosecha también son muy altos. Todo ello eleva los costos de
producción.
Es la
hora de la quinua. Durante miles de años, ha sido un cultivo olvidado y
marginado; por su propio valor, se ha mantenido en las comunidades
campesinas. Ahí están los genes para responder al cambio climático. En
esa riqueza y en ese germoplasma, los investigadores tenemos que buscar
aquellas plantas o fenotipos, dentro de la especie de la quinua, para
enfrentar los problemas en el futuro.
Notas
1
El área cosechada de quinua en 2011 fue de 35.5 miles de hectáreas. Es
un área pequeña, si se compara con las del arroz, la papa y el trigo,
pero involucra a 70 mil pequeños productores.
2 Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA).
3
Se llama Revolución Verde al proceso de producción y difusión de una
agricultura con semillas de alto rendimiento, resultado de
investigaciones y procesos de selección, y con uso intensivo de insumos
químicos, que se expandió en muchos países en la segunda mitad del siglo
pasado. Tuvo un gran impacto en el aumento de los rendimientos de
cultivos alimenticios.
4 Es decir, la zona o ambiente que circunda un lago; en este caso, el Lago Titicaca, en Puno.
5
Sistema ancestral y comunitario de manejo y utilización de la
agrobiodiversidad. Las comunidades mantienen un conjunto de parcelas que
les permite realizar la rotación de sus cultivos para dejar en descanso
las parcelas por varios años, con lo que recuperan su fertilidad.
6
El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la
Alimentación y la Agricultura fue adoptado por la Conferencia de la FAO
(Naciones Unidas) en 2001. Su objetivo es facilitar el acceso y la
distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de la
utilización de los recursos fitogenéticos.
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